22 de julio de 2010

El planeta del "YO, NO!!!"

Los libros dicen que la negación de algo es no querer admitirlo, no afrontarlo como la realidad, no saber sobrellevarlo, eludir que es cierto que ocurre, que no ha pasado y hasta incluso tener vergüenza de que eso ocurre. Muchos son los ejemplos que se podrían enumerar de negación masiva en nuestra sociedad y a los ejemplos nos remitimos: en 1989 y 1995 Carlos Saúl Menem ganó sus elecciones presidenciales con más de siete millones de votos en cada una de ellas y en la opinión popular “nadie lo había votado”.

Raúl Alfonsín el presidente de la difícil transición entre la feroz dictadura y el advenimiento de una frágil pero ansiada democracia, nunca terminaba de obtener el reconocimiento total de su gestión de su gobierno, siempre se lo recordaba como el hombre que no supo administrar con inteligencia la economía, que llegó por la puerta grande con el apoyo de actos multitudinarios y termino de rodillas ante una situación social inmanejable. El que tuvo la valentía de llevar ante la justicia a las Juntas Militares y que borró con el codo a través de la Obediencia Debida y Punto Final lo que gloriosamente había escrito para la posteridad mundial. A ese hombre, en su fallecimiento, miles de ciudadanos de distintas banderías políticas salieron a las calles demostrando un dolor irreparable y un respaldo tardío a quien ya fuera de término se lo consideró “ el gran paladín de la democracia” capaz de aglutinar en su accionar todo lo rescatable de la vieja política, aquella de ¡Que Viva el Dotor! la de los militantes que pensaban más en el prójimo que en su crecimiento personal.

Luis Ricardo Aguirre, mas conocido como Ricky Maravilla, logró quebrar con el tema “Que tendrá el petiso”, las barreras sociales del divertimento imponiendo un estilo de baile popular conocido como La Bailanta de la que nadie se pudo abstraer y sin embargo nunca dejó de ser un ritmo para sus negadores, solo para cierta gente “especial” de clase baja.

Profundizar e ir hasta el hueso sobre este tema de la hipocresía colectiva del argento tiene mucha tela para cortar, pero remitirnos a un nuevo y palpable ejemplo de actualidad sería lo mejor. Marcelo Tinelli desde hace años viene marcando el rumbo le pese a quien le pese, de cierta manera y forma de hacer y producir televisión bajo la denominación de popular y para la familia. En estos últimos años la penetración en los hogares de sus productos ha sido de tal magnitud, que lo ha constituido sin dudas en uno de los zares de este medio de comunicación, en un referente y formador de la opinión pública y en un apetitoso “botín” para los gobernantes de turno. Sin ir mas lejos, su reality de imitaciones de personajes de la política del año pasado, le dio el espaldarazo definitivo a Francisco De Narváez para una trascendencia en los votantes de la provincia de Buenos Aires a la que le faltaba un plus.

La continuidad de sus “bailando por un sueño” sin duda ha sido el resultado de números que con los años han cerrado tanto en televidentes como en auspiciantes. Tinelli no ha perdido el olfato para el negocio, sino que lo diga el chocolatero Fort que desde la pantalla del hombre de Ideas salió disparado a una “fama” que parece no tener límites y que abastece desde sus amores perros, a niñas voluptuosas de poco cerebro, hasta consumidores expuestos de anabólicos como guardaespaldas después “utilizados” por el conductor para crear enfrentamientos ficticios entre su aparente personalidad llena de ingenuidad y flaquezas, y la dureza de gestos y músculos contraídos de sus contrincantes.

En el programa quedan expuestas las “miserias” de turno de la TV actual. Tetas y culos como diría Doña Rosa sobran, peleas ridiculizadas a fondo entre bailarines y jurado en donde también hay personajes fellinescos le dan la “pimienta” a los que consecuentemente frente a los televisores engrosan diariamente el minuto a minuto. De toda esta parafernalia payasesca como si fuera poco, se aprovechan como buitres dándose un festín, todos aquellos programas que viven de eso, de la carroña del chisme.

Volviendo al principio, podría este tipo de programa vivir, tener continuidad, tomar la trascendencia que tiene sino tuviera atrás a sus fieles seguidores de la caja boba? La pregunta es fácil hacerla, lo que se hace difícil una vez mas en el “planeta del yo no” encontrar a alguien que reconozca públicamente yo veo siempre a Tinelli, en este planeta la negación cada vez se hace más costumbre, una pena, pero no importa, yo tampoco lo veo.

8 de julio de 2010

Entrevista a Gabriel García Márquez

La Cumbre Iberoamericana de Presidentes se realizaba en Cartagena de Indias, Colombia, año 1994. La cobertura fue, a mi entender, productiva ya que mas allá de los audios conseguidos de los distintos presidentes, fue realmente interesante el mano a mano con el entonces Presidente de Chile Eduardo Frey.

Lo anecdótico fue que en las eliminatorias para el campeonato Mundial de Fútbol de EE.UU, Colombia nos había "dado por culo", como dirían los españoles; un lapidario 5 a 0 en cancha de River al que tuve la oportunidad de asistir. Cada colombiano que descubría que yo era argentino elevaba su mano abierta y me recordaba, con los cinco dedos y con la frase “ argentino, argentino mira”, esa simpática goleada.

Al llegar a la jornada final de la Cumbre, habían sido muchas las veces que los colombianos me aconsejaron que no me fuera sin conocer las Islas del Rosario. Decidí comunicarle a mi gerente de Noticias, Jorge Porta, que al tener el pasaje abierto me quedaría unos días para ir a conocer las famosas islas que tanto me recomendaban. La respuesta fue lacónica: “Para quedarte, hace una nota con García Márquez” y cortó.

A partir de ese momento, herido en mi orgullo, me dediqué a buscar quien podía llevarme hasta Gabo. Su apodo, “Piki”, un hombre de unos 40 años bajito, chofer de taxi, fue el encargado previa “recompensa”, de llevarme durante siete horas por distintas casas en donde por momentos solía habitar Don Gabriel. Cuando las ganas y el cansancio me iban minando y mi mente ya comenzaba a olvidar el proyecto Islas del Rosario apareció el dato: García Márquez estaba en esos momentos en un edificio cerca de un lago interior que tiene la ciudad.

Cuando ya estábamos cerca, varias camionetas polarizadas y hombres de custodia que se encontraban en el playón del edificio, le daban cuerpo a la certeza de que el “maestro” estaba en el lugar indicado.

“Piki” se encargó de adelantar mi misión, lo que provocó que el supuesto jefe de la custodia me llamara, solicitara mi acreditación y me pusiera en contacto con el secretario del escritor. Me di cuenta que si lograba consustanciar a la gente con que si reporteaba a Márquez podía conocer las islas, lo puse en práctica y logró su efecto, todos incluso el secretario pusieron la mejor voluntad.

Luego de una hora y media de tensa espera, un alerta convulsionó a toda la guardia y los motores se pusieron en marcha. En ese instante, por una escalera exterior vestido de guayabera y pantalón blanco bajó el escritor de tantas cosas célebres. Lo primero que atinamos con “Piki”, mi entrañable compinche, fue agitar los brazos para llamar su atención.

Cuando su camioneta se puso en marcha hacia nosotros, el nerviosismo se había apoderado de nuestros exaltados cuerpos. La camioneta paró, el vidrio delantero se bajó y la mano derecha con la que había logrado la inmortalidad en las letras me llamó. No lo podía creer, lloraba de la emoción y tomé su mano entre las mías mientras le decía "gracias maestro". Él me acarició en la cabeza y me dijo una frase que nunca olvidaré: ”tienes cinco minutos colega para preguntar, demuestra que sos un buen periodista”.

La nota fue reproducida en el programa matutino de Radio Mitre a cargo de Néstor Ibarra- uno de mis maestros- y levantada en varios de sus párrafos por distintos medios. Así me di el gusto de conocer las bellísimas Islas del Rosario.

6 de julio de 2010

Maradona jugó y fracasó en su propio mundial

Cuando Maradona expresó, en una de sus tantas malparidas conferencias de prensa en donde se preocupó más por maltratar a la prensa que por comunicarse con ella, dijo “estoy por cumplir cincuenta años y ahora no voy a cambiar” y no mintió.

Maradona es así, tenga la edad que tenga, se lo quiere o se lo niega, no me animaría a decir que alguien en este país futbolero lo odie, a lo sumo en algún momento por el que pasó en su vertiginosa vida a alguno le dio pena. Es, en definitiva, así: se lo toma o se lo deja.

Maradona es tan él, que vivió, observó, intentó analizar los partidos a su manera, jugó su propio mundial, no el que vimos todos, y terminó fracasando. Es tan él, que sin ningún tipo de autocrítica se dio el lujo de “aconsejarnos” a nosotros los argentinos y al mundo, que: “el que venga debe seguir por este mismo camino, hemos jugado el fútbol que le gusta a la gente”.

Uno se pregunta humildemente: ¿Cuál camino?, ¿el de abrazar y besar a los jugadores? ¿el de sacar provecho continuamente y con soberbia de su chapa de ídolo?, ¿el de poner cara de fastidio ante cada pregunta que no le gustaba o que provenía de algún gil de cuarta de una radio del interior perdida que nadie escucha?, ¿el de mofarse de los profesionales extranjeros cuando la consulta no era del mismo idioma?, ¿el de bajarnos la línea de que no nos comiéramos el chamuyo de los alemanes que les habían hecho cuatro a los ingleses y que era un equipo sin ideas?, si ese es el camino, mejor tomar un atajo.

Nuestro seleccionado ¿jugó realmente el fútbol que le gusta a la gente?, para obtener una respuesta primero habría que preguntarse: ¿Cuál es el fútbol que le gusta a la gente?, la respuesta en nuestro seleccionado estuvo ausente durante todo el torneo. Si no nos teníamos que comer el chamuyo de los alemanes, tampoco deberíamos comernos las cuatro victorias obtenidas. Las tres primeras, ante seleccionados muy inferiores al nuestro, no hicieron pasar por momentos de zozobras que ya fueron desnudando en dónde estaban las falencias y por dónde pasaban nuestras flaquezas. La de México tuvo una dimensión más que de victoria, de un timbre de alerta, se repetían algunas fallas y era menester realizar algunos cambios y replantear la estrategia, con solo atacar no servía.

Sin embargo Maradona, el Diego de la gente, es tan él que se auto convenció y manifestó públicamente que sus 23 “fieras” le garantizaban un equilibrio funcional que él solo observaba. Nadie nos había atacado como corresponde de parte de un equipo de los denominados grandes, los aztecas sin serlo lo habían hecho y no merecieron salvo el golazo de otro partido de Tevez, al que denominó “el jugador del pueblo” y que esa mochila terminó perjudicándolo al querible de Fuerte Apache.

Maradona no repasó ese partido, Maradona no ha dejado de ser jugador y por ende piensa como tal y actúa como tal. Error, él está para planificar, bajar línea, meter mano, romper códigos en aras de que nosotros no sólo no nos comiéramos el chamuyo alemán, sino que no nos tuviéramos que deglutir una realidad que la veíamos venir todos, menos él, el hombre, el héroe del ’86, el que con una de sus genialidades dejó sólo al “pájaro” Caniggia para dejarlos afuera de Italia ’90 a los “brazucas” y gozáramos como locos, el Diego, el de carne y hueso convertido en santo por lo napolitanos, el que aún recordamos como Dios en las canchas y Calígula en algunos aspectos de su vida personal. Él no hizo nada, lo sabía todo y lo ayudaba su rosario. Piensen ustedes, dijo en otra conferencia, y presenten un proyecto a la AFA.

A Maradona se lo terminó devorando su propio ego, su egoísmo por no escuchar cuando lo tenía castigado a Bilardo en los palcos, su falta de memoria por Fiorito, total los muchachos, sus “fieras” estaban llenos de cariño y con eso bastaba. Maradona nos engañó a todos, no viajó a Sudáfrica porque vio un mundial distinto al nuestro.

La pregunta es: ¿quien le pone el cascabel al gato?,¿quien corre con el costo político de decirle ya está, fuiste? Todos murmuran por atrás seguramente,pero nadie se animará a decirle que es una buena etapa para dedicarse a ser un buen abuelo.